Fuente: La Silla Llena
Por: María Alejandra Vélez
La crisis social y económica producto del coronavirus pegará mas duro en el pacífico “urbano” que en el rural. Los habitantes de los consejos comunitarios tendrán claro hoy mas que nunca que el territorio es vida, pues no les faltará comida.
Por estos días se hacen más evidentes las desigualdades, las diferencias, las inequidades para manejar la crisis que trae el coronavirus. Quienes viven en la informalidad laboral en los barrios marginados de nuestras ciudades serán los más perjudicados. También lo serán quienes viven en las regiones del país sin dotación de infraestructura en salud y bienes públicos. En esto el Pacífico se lleva el premio.
Ya se ha repetido hasta el cansancio que los hospitales de esta región no están preparados ni dotados para esta crisis: En Chocó hay 3 unidades de UCI con 27 camas, todas ocupadas en los hospitales privados. Los hospitales públicos no tienen dotación. En Buenaventura, hay 200 camas de las cuales 10 son de cuidados intensivos y no hay respiradores. En Tumaco hay un hospital (quebrado) y tampoco tienen respiradores. En el resto del litoral la infraestructura es aún más precaria (no hay hospitales) y además no hay infraestructura vial para hacer los traslados necesarios.
Los habitantes de estos municipios ya enfrentaban niveles de pobreza multidimensional (la cual mide condiciones educativas del hogar, condiciones de la niñez y juventud, salud, trabajo, acceso a servicios públicos domiciliarios y condiciones de la vivienda) muy por encima del promedio nacional. Según los últimos datos del Dane, el porcentaje de personas en situación de pobreza multidimensional en el país es del 19 por ciento, en Chocó esta cifra sube al 45,1 por ciento, en Cauca es de 28,7 por ciento, y Nariño de 33.3 por ciento. En Buenaventura es del 41 por ciento y en todos los casos sube si se tiene en cuenta solo los centros poblados rurales. Los datos de informalidad laboral no son más alentadores, en Chocó es del 90 por ciento (85 por ciento en cabecera municipal y 95 por ciento en la zona rural).
En términos de pobreza monetaria la situación es aún más preocupante pues el aislamiento seguro afectará directamente los ingresos del hogar y la situación del pacifico es crítica. Mientras que para el 2018 el 27 por ciento de la población colombiana vivía en situación de pobreza, este porcentaje es del 61.1 por ciento para Chocó, 50.5 por ciento para el Cauca y 41.7 por ciento para Nariño. Es decir, estamos hablando de una población que no tiene ahorros para aguantar una cuarentana, ni la recesión económica que esta implicará. Un porcentaje importante de sus habitantes vive y come con lo que se gana en el día.
Sin embargo, en las zonas rurales del pacífico colombiano donde funciona la propiedad colectiva y el gobierno propio, la historia económica y el impacto de la cuarentena puede ser diferente. Especialmente en aquellas comunidades que nunca se entregaron a un monocultivo, a la minería, al turismo o la coca como única actividad. Estas comunidades, aunque en los datos del Dane, siguen estando por debajo de la línea de pobreza, su “pobreza” es muy distinta. No hay lujos, pero tampoco hay hambre. En la crisis, su desconexión con los mercados regionales y globales será paradójicamente una ventaja si le apostaron a la soberanía alimentaria.
Estas comunidades no tendrán servicios médicos disponibles, y eso siempre será muy grave, pero su menor dependencia a los mercados y su soberanía alimentaria les permitirá aislarse con más facilidad y seguir con sus actividades tradicionales, con su vida. Es el Buen Vivir en la práctica, para aquellas comunidades que como diría Acosta “no han sido totalmente absorbidas por la Modernidad capitalista o que han resuelto mantenerse al margen de ella”. En estas comunidades organizadas y casi autosuficientes, el aislamiento, si el virus no llega, será menos duro. La “pobreza” en es las zonas rurales es otra cosa.
Aunque no lleguen turistas o la venta de pescado sea baja, la gente continua con la pesca, la piangua y los cultivos de subsistencia: banano, yuca, borojó, limón, caña, coco y plátano. Además, cuando las comunidades están organizadas y el bien común prima sobre el individual, las crisis son más fáciles de manejar. Las comunidades rurales serán más resilientes en esta crisis que las comunidades urbanas. De hecho, la mayoría de los consejos comunitarios tomaron medidas en sus comunidades y las cerraron para quienes no viven en el territorio.
La economía campesina puede demostrar que es viable en esta crisis. El gobierno de los consejos comunitarios de comunidades negras puede demostrar su capacidad para mantener la cuarentena y el distanciamiento social incluso en las zonas rurales. La importancia de la soberanía alimentaria en esta crisis dejará claro que no pueden simplemente entregarse al mercado con cualquier monocultivo o actividad que les prometa ganancias a corto plazo. El manejo sostenible de los recursos naturales que han venido haciendo los consejos comunitarios del pacifico colombiano los sostendrá en esta crisis. Después de la pandemia será más claro qué tipo de desarrollo querrán para sus comunidades y de qué forma quisieran vincularse a los mercados regionales y globales. Proteger el territorio y producir comida es y será una prioridad.
Su economía local y su soberanía alimentaria saldrá fortalecida. Sus tradiciones también. El Estado entonces tiene que hacer su parte y dotar el Pacifico con la infraestructura de salud necesaria para manejar los casos que se presenten. La fuerza pública, la armada, el ejército tendrán que hacer también su parte y apoyar en los traslados y primeros auxilios que se requieran. También tendrán que estar vigilantes para que los violentos no aprovechen la cuarentena. En estos momentos será evidente quién tiene el control territorial.
La crisis social y económica producto del coronavirus pegará mas duro en el pacífico “urbano” que en el rural. Los habitantes de los consejos comunitarios tendrán claro hoy mas que nunca que el territorio es vida, pues no les faltará comida. Otra será la historia en los barrios urbanos de Buenaventura, Quibdó, Tumaco, Guapi, Timbiquí y las otras cabeceras municipales donde es necesario continuar la entrega ordenada de subsidios focalizados. La organización comunitaria fortalecida podrá en algunos casos surtir los vacíos del Estado. Eso sí, de manera imperfecta. El derecho a la salud como a la seguridad son y seguirán siendo responsabilidad del Estado, hoy ausente. Hay muchas deudas con la región. Pero ahora, mientras una vez más el pueblo negro resiste, es necesario que ante la pandemia global el gobierno nacional haga su parte y provea al litoral con los servicios de salud para manejar la crisis.