“El racismo te carga emocionalmente y te duele en el cuerpo”.

“El racismo te carga emocionalmente y te duele en el cuerpo”.

Fuente: La República

Sofía Carrillo se prometió desde niña que solo subiría al estrado de su colegio para recibir diplomas de honor y recitar a César Vallejo y Nicomedes Santa Cruz. Jamás para menear sus carnes como dicta el estereotipo de las mujeres afrodescendientes. Y lo logró: ocupó el primer lugar todos los años y libró a sus rizos de ser la bailarina o la cómica del salón. El último martes y en presencia de su padre, como cuando era niña, a Sofía le fue entregado uno de sus cartones más preciados: un reconocimiento –otorgado por el Ministerio de Justicia– a su lucha por los derechos de los afroperuanos y las minorías. Que voces como la suya se multipliquen.

Tres años y medio después de que fuera arrastrada y jaloneada, Arlette Contreras aún no encuentra justicia. Si a ella, que detonó la lucha feminista, le ponen trabas, ¿qué pueden esperar las demás?

La justicia nos está dando la espalda nuevamente. Un resultado negativo en su sentencia nos traería un dolor muy fuerte por lo que simboliza. A pesar de la evidencia diaria de casos de feminicidios, la justicia no tiene claro que debemos trabajar de una manera frontal contra la violencia. Nos están matando. Y no debería causarnos temor decirlo.

Hace poco participaste en una campaña donde diste una cifra escalofriante: 5 mil 800 casos de mujeres que han sufrido acoso sexual en el 2018.

Y ya sumamos más de 130 feminicidios en este año. Terrible. Y todavía hay un sector de la sociedad que nos impide hablar de manera directa en el colegio sobre lo que significa la educación sexual en este país.

¿Cómo se resuelve esa mentira de la mal llamada ideología de género?

Yendo a la fuente. Respondiendo con claridad esas afirmaciones sustentadas en el prejuicio, el miedo y los tabúes. ¿En qué parte del currículo se promueve que los niños tengan sexo? ¿De qué manera homosexualiza? Y, por cierto, la homosexualidad no es una enfermedad. Así que no debería ser un tema que nos preocupe. Lamentablemente, somos un país homofóbico y transfóbico. Necesitamos que todas las personas tengan las mismas posibilidades y oportunidades.

¿Tú las tuviste?

(Piensa) No. A las mujeres afro e indígenas nos cuesta el triple conseguir algo. Hay quienes dicen: nadie se opone a que los afrodescendientes vayan a la universidad. ¿Quién les prohíbe el ingreso? Pero no es tan sencillo. A lo largo de nuestra vida nos topamos con innumerables barreras. Por algo la pobreza sigue siendo indígena, afro. Y por algo sigue teniendo rostro de mujer.

¿Cuándo fuiste consciente de que tu identidad era un problema para los demás?

Cuando salí de casa y fui al colegio. A los cuatro años me di cuenta de que era “diferente”. Y esa diferencia no me hacía necesariamente linda. Es duro. Te empiezan a tocar para ver si no te despintas. Se ríen cuando te miran. No somos la aspiración de la belleza. Nunca. Eso es difícil afrontarlo de niña y adolescente. Verbalizarlo me ha costado. Ha sido un proceso.

Has contado que querías ser invisible…

Sí, porque las miradas me significaban un dolor real en el cuerpo. El racismo te carga emocionalmente y te duele en el cuerpo. Quería ser invisible para que no me dijeran que era la fea del salón o para que no me gritaran en la calle: Arriba Alianza. Pero eso es imposible, así que me tocó estar bien conmigo misma.

En ese sentido, tus trenzas son la reafirmación de tu identidad y a la vez una señal de rebeldía contra la presión social de que las mujeres afro deben lacearse.

Nuestro cabello es resistencia, historia. En la época de la esclavitud las trenzas daban cuenta de rutas de escape o allí se guardaban semillas de oro. Y, claro, lo que te dice esta sociedad es que debes estar alisada porque si no eres desordenada, poco elegante y poco formal. Llevar el cabello así no es cuestión de look. Nos permite ser nosotros. Alcanzar nuestro yo.

¿Por qué los afro no suelen asumir cargos de poder? ¿Por qué aún no tenemos un presidente afroperuano?

Por el hecho de que hay un porcentaje mínimo de afrodescendientes que concluyen la universidad. Y porque siguen reforzando los estereotipos alejados de la inteligencia y la competencia profesional. Todavía nos asocian al deporte, el baile y la cocina. A mí me fue difícil ingresar al ámbito periodístico como tal siendo el primer lugar de mi promoción. Yo quería trabajar en televisión haciendo entrevistas políticas, pero los medios no me daban respuesta cuando me presentaba. Me inicié en la sección deportiva más por una cuestión circunstancial que por una decisión, y sin querer fui la primera narradora de fútbol del país.

Por cierto, ¿cómo pudiste lidiar con ese mundo donde el machismo y el racismo aflora todo el tiempo?

Los futbolistas me decían: oye, negra, qué tal. Y yo les ponía el parche: me llamo Sofía. Pero no siempre lo logras. Para mí era difícil ir a los estadios porque antes los sonidos guturales cuando los futbolistas afrodescendientes tenían la pelota no eran cuestionados como ahora. Era horrible escucharlo y tener que no decir nada. Fue por eso que muchos años después impulsé la campaña Sácale tarjeta roja al racismo con la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.

¿Corregiste a algún colega en vivo?

Claro. Varias veces. Sobre todo por esa muletilla de “la mano negra”. O cuando dicen: se engoriló cuando alguien se molesta.

¿Y qué te decían? Que era parte del fútbol, seguro.

Así es. Que era su manera de hablar. El año pasado tuve un incidente con Gonzalo Núñez. Me lo encontré en el ascensor de la radio donde trabaja. Y cuando me vio inmediatamente me dijo: Soy racista y qué. Yo quiero ver negros en la selección. Y no voy a decirles afroperuanos porque tú quieres. Le respondí que no teníamos por qué aceptar lo que él quisiera decirnos. Iba a dejarlo allí, pero a los días me minimizó en la radio. “Hace unos días vino una señorita del canal 7, la negrita que dice que hay que decir afroperuanos. Yo digo negros, pues. Simpática la chica, eh”. Así que mandé una carta a la radio y tuvo que leerla porque la discriminación es un delito. Pero fue una disculpa entre comillas.

El típico “si te hice daño, me disculpo”.

Porque además asumen que es un tema de sensibilidad. ¿Y si es así qué? Si no te voy a permitir que me digas negra y desconozcas mi nombre, ¿qué problema hay? Sus argumentos para justificar su racismo son tan tontos. Pero necesitan vernos con el lente del color.

Se acerca el bicentenario y nos lo repiten como para maquillar todo lo malo que somos en estos años que nos quedan. ¿Es un engaño repetirnos que somos un país diverso cuando en realidad somos un país racista?

Lo que camufla el racismo es decir que somos mestizos. Porque somos diversos y las diferencias no deberían ser barreras para lograr objetivos comunes. Es una riqueza. La famosa frase “el que no tiene de inga tiene de mandinga” niega la posibilidad de afirmación de los pueblos históricamente excluidos. Y si realmente deseamos celebrar el bicentenario, reconozcamos y valoremos a las mujeres, a la comunidad LGTB, y a los pueblos originarios.

En la historia, tal como nos la enseñan en la escuela, los afroperuanos están confinados a la esclavitud. No existen héroes. Y si uno no se educa después, crece con esa omisión.

A mí de niña jamás me hablaron de algún héroe o heroína afrodescendiente. Nunca me hablaron de los cimarrones o de los afro que participaron en el proceso de la Independencia. De niña nunca vi a una periodista afro en la televisión para tenerla como un referente.

Más bien hay referentes que juegan en contra. Porque a veces ni siquiera advierten que son objeto de burla.

Nos tildan de acomplejados porque no queremos que nos caricaturicen como gorilas, porque rechazamos que se pinten el cuerpo de negro como si nuestra piel y nuestra etnia fuera un disfraz. En medio de esta lucha hay quienes encima se molestan y dicen que ya no se puede bromear con nada. Que de qué van a reírse ahora. Sí, pues. De mi piel, de mi orientación sexual y de mi cuerpo ya no te vas a reír.

Jorge Benavides, un comediante con 30 años de trayectoria, hasta ahora no ha aprendido a utilizar el humor para burlarse de los prejuicios. Y por el contrario, sigue ridiculizando a las minorías…

Apela a recursos facilistas para afianzar los prejuicios. No cuestiona y mantiene el orden social. Obviamente hay grupos de poder interesados en que esto no cambie. Eso también hay que decirlo: nos estamos enfrentando a un poder económico. El presidente Vizcarra anunció que aprobaría un ley contra el racismo. Espero que se dé porque las sanciones y el proceso que deben seguir las víctimas debe ser más claro.

Hace unas semanas mencionaste que te decepcionó que conocidos tuyos que luchan por visibilizar a los afroperuanos estuvieran a favor del animador de Zaperoko, en un clarísimo caso de homofobia.

No hay lucha integral. Y percibo allí una necesidad de afirmación y poder. Una manera de decir: yo no soy el último eslabón, el último escalón de la pirámide; yo también tengo a quién ridiculizar. Existe un racismo endógeno entre los pueblos indígenas y afro. Por eso urge una educación antirracista con enfoque de igualdad de género. Este año Anaí Padilla interpretó a Lucha Reyes en el teatro y daban cuenta de cómo su marido abusaba de ella e incluso cómo Augusto Ferrando la humillaba, el nivel de explotación al que llegó. No la reconocía como a una artista sino como un producto.

Ferrando fue un afroperuano que le hizo mucho daño a esta lucha.

Para mí Ferrando ha sido uno de los personajes más negativos de la televisión. Ver su programa en mi adolescencia fue duro. Ver a Felipe Pomiano (“Tribilín”) animalizado… Eso no es gratuito. Por algo ha sido uno de los programas más visto durante años.

Si Sofía Carrillo volviera a ser niña, ¿tendría un referente afro en la televisión peruana?

(Piensa) No. Seguimos igual. El racismo no ha cambiado tanto como la gente cree. El país sigue en deuda con nosotros.

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