Fuente: El Tiempo
¿Usted ha ido a Buenaventura? Ese es el mejor ejemplo que tengo para explicarle por qué no nos seduce la construcción del puerto de Tribugá en nuestro territorio: porque la miseria está al lado de la opulencia, porque ahí está gran parte del producto interno bruto (PIB) de este país mientras la gente local vive con las necesidades básicas insatisfechas”. Así es como Harry Mosquera, representante del Consejo Comunitario Los Riscales, resume su posición frente a la posible construcción de la megaobra marítima en Nuquí (Chocó).
En el corazón de un municipio enclavado entre la densa selva y el océano Pacífico, en una de las zonas más biodiversas que existen en el planeta, se viene pensando desde hace varios años darle vida a un puerto con muelles de hasta 3.600 metros de longitud, con profundidades de entre 15 y 20 metros, y con capacidad para recibir barcos de 200.000 toneladas. El tan anhelado sueño para abrir nuevos mercados y conectar mejor el Eje Cafetero y el centro del país con el mar podría recibir un espaldarazo del presidente Iván Duque durante su cuatrienio a través del artículo 78 del Plan Nacional de Desarrollo con el que se quieren fortalecer “el sistema portuario y sus accesos marítimos”.
El problema es que Nuquí no es cualquier lugar del mapa. Según la Fundación MarViva, el puerto afectaría considerablemente toda una cadena de ordenamiento comunitario, que tiene como objetivo la preservación de ecosistemas estratégicos para Colombia y el mundo. En ese paquete están las Unidades Ambientales Costeras (UAC) del Pacífico Norte y Baudó-San Juan, la Zona Exclusiva de Pesca Artesanal (Zepa), el Parque Nacional Natural Utría y el Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI) Tribugá-Cabo Corrientes.
De acuerdo con Daniela Durán, coordinadora de Gobernanza en MarViva, el territorio de Nuquí se ha caracterizado por llevar a cabo procesos participativos y consultados del ordenamiento de sus territorios, por eso “la vocación del golfo de Tribugá, según los deseos de la misma gente, es de conservación, y un puerto pondría en riesgo esos elementos que hacen que el área misma exista. Las consecuencias sociales, ambientales y económicas podrían ser enormes”, señala la experta, quien considera que perturbar cualquiera de estas unidades interconectadas afectaría, incluso, a Bahía Málaga y Gorgona.
Invemar ya lo había señalado en el 2008, cuando emitió su concepto técnico sobre la viabilidad ambiental de la eventual intervención portuaria, en manos de la sociedad Arquímedes S. A. El instituto de investigaciones indicó que “alteraría el equilibrio ecológico existente y causaría un impacto irreversible, con consecuencias catastróficas para los ecosistemas del golfo y áreas adyacentes”. Pero no se quedó ahí; lanzó otro sablazo: se vería comprometida “seriamente la convivencia de los grupos étnicos y de sus actividades de subsistencia tradicionales, así como la pérdida de valores culturales”.
El valor económico
A lo largo y ancho de Nuquí, del que hacen parte ocho corregimientos (Jurubirá, Tribugá, Joví, Coquí, Panguí, Termales, Partadó y Arusí) se encuentran ecosistemas de mangle (ocho especies, de las cuales una está en peligro), fondos rocosos y sedimentarios, estuarios, playas, termales, cascadas y arrecifes de coralque son el hogar de tortugas, pianguas, ballenas jorobadas, tiburones, delfines, aves y múltiples peces que garantizan el bienestar de las comunidades locales, la mayoría afrodescendientes.
Para entender mejor lo que significaría la construcción del Puerto, investigadores se dieron a la tarea de identificar los potenciales impactos ecológicos, socioculturales y económicos en los manglares del Golfo, particularmente. Al hacer la valoración económica en el territorio (partiendo de cómo se relacionan las personas con su entorno) encontraron que dentro del DRMI, aprobado en el 2014, hay 2.408 hectáreas de manglar, de las cuales 916,94 podrían desaparecer por la obra. Eso, en términos monetarios equivaldría a una pérdida de casi 232 millones de dólares al año, teniendo en cuenta los múltiples beneficios que les genera a las comunidades.
“Lo que hicimos fue ‘una transferencia de beneficios’, o sea tomar los valores que se les han dado a los manglares en otros países como México y Costa Rica, y aterrizarlo al caso de Tribugá. En esa zona, el valor total es equivalente a $ 6,10 millones de dólares al año. Los lugareños encuentran la pérdida del conocimiento tradicional y de la gobernanza, el desplazamiento y la contaminación, los principales problemas que traería consigo la obra”, explica Ángela Rojas, investigadora de Conservación Internacional.
Luego de dos años de trabajo en la zona, se concluyó que los nuquiceños sienten mucha incertidumbre sobre la distribución de los beneficios del proyecto. “¿Qué tanto este tipo de desarrollo caótico podría beneficiar a las comunidades locales, sus estructuras sociales y características propias? No ha habido una comunicación clara al respecto”, dice Rojas.
De los 25 servicios ecosistémicos que se identificaron en Tribugá, 17 están directamente relacionados con los manglares. Estos bosques acuáticos proporcionan materias primas, alimentos, ayudan a controlar los desastres naturales (actuando como barreras naturales), previenen la erosión del suelo, mejoran la calidad del agua, secuestran carbono, y permiten la pesca, la recreación, la investigación y la espiritualidad.
Otra visión de desarrollo
Los rumores a favor del puerto –pues la comunidad indica que no ha habido una socialización oficial– llegan en promesas de desarrollo y oportunidades de trabajo para una población en la que el 45 por ciento vive con las necesidades básicas insatisfechas y el 41 por ciento solo ha alcanzado el nivel educativo de básica primaria. A eso, sumarle que Chocó ha sido uno de los departamentos más azotados por el conflicto armado y el desplazamiento forzado en más de medio siglo de cruda violencia.
Para Julián Idrobo Medina, Ph. D. en Gestión Ambiental y de Recursos Naturales, “Nuquí es un laboratorio de alternativas al desarrollo pese a un abandono histórico por parte del Estado, donde no hay agua potable, la electricidad funciona con plantas de diésel, la educación es de muy baja calidad y no hay puestos de salud equipados. La comunidad se ha organizado muy bien y ha constituido una economía basada en la pesca, la agricultura y el ecoturismo”.
De acuerdo con los estudios de monitoreo pesquero que ha realizado MarViva, en Nuquí hay al menos 378 pescadores y 15 caladeros (zonas con abundancia de peces); de los cuales nueve se verían impactos por el puerto de Tribugá y los demás, severamente alterados. En cuanto al turismo, la Alcaldía calcula que en el 2018 el municipio recibió 9.133 viajeros, la mayoría atraídos por las 1.500 ballenas jorobadas que pasan imponentes por allí durante sus migraciones anuales.
Por eso, para Diana Marcela Gómez, Ph. D. en Antropología, esta megainfraestructura no solo podría acabar con estas dinámicas sino “generar condiciones a las que las comunidades no están preparadas, como drogadicción, prostitución e inseguridad”. Según ella, a los lugareños se les han vendido imaginarios de desarrollo que no son coherentes con sus modos de vida, “pues la vida para ellos es la playa, el manglar y las relaciones con el territorio, lo que no significa que no estén esperando la presencia del Estado, simplemente que no de esta manera”.
A Harry Mosquera le preocupa particularmente el narcótrafico. “Para nadie es un secreto que el corredor del Pacífico colombiano, desde Nariño hasta Chocó, está bajo el flagelo del tráfico ilegal de droga vía marítima. Nosotros creemos que este puerto lo va a intensificar, teniendo en cuenta nuestra cercanía con Panamá, y no queremos bandas criminales aquí”, sentencia. “Es que yo ahora puedo dejar abierta la puerta de mi casa y no pasa nada”.
Con la intención de aterrizar la discusión técnica y abrir un debate público en torno a la construcción del puerto de Tribugá, en noviembre del año pasado Idrobo y Gómez, ambos profesores del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (Cider) de la Universidad de los Andes, realizaron un foro con varias voces, de distintas posturas.
Llama la atención la intervención del secretario de Gobierno de Nuquí, José García, quien señaló que el puerto de Tribugá “es estratégico” para el desarrollo del municipio porque “incluye una zona portuaria alejada de la zona urbana, un puerto turístico que brindará valor agregado a los pescadores, una zona de reserva ambiental, una zona turística y viviendas de interés social para atender las necesidades de reubicación y reasentamiento de la población”, dijo.
Aunque este medio intentó en reiteradas oportunidades hablar con algún vocero de la Corporación Autónoma Regional para el Desarrollo Sostenible del Chocó (Codechocó), que hace parte de Arquímedes S. A., la autoridad ambiental señaló que no se iba a pronunciar sobre el tema porque estaban “revisando asuntos técnicos”.
TATIANA PARDO IBARRA
tatpar@eltiempo.com