La música es una herramienta de reivindicación de los pueblos afro. Eventos como el Jamming Festival de Bogotá son escenarios donde se pueden apreciar esas expresiones que van más allá de los ritmos tradicionales y hacen sentir con fuerza sus ideales.
Andreiza Anaya*
Música de resistencia
El Festival de Música del Caribe que se realizaba en Cartagena, los actuales Mercados Culturales que tienen lugar en distintos lugares del país (Cartagena, Medellín, Cali, San Andrés, Bogotá), el Jamming Festival en Bogotá, y las Fiestas de San Pacho en Quibdó, son escenarios que surgen como parte de la resistencia musical, para poner en tela de juicio y replantear los patrones de dominación social, económica y política a los cuales están sometidos los pueblos negros de Colombia.
Existen elementos comunes entre las varias Fiestas, Festivales y Mercados Culturales que mencioné más arriba:
- Cuatro de los seis territorios donde tienen lugar esos eventos son habitados principalmente por afrodescendientes. Además en Medellín y Bogotá son innegables la presencia negra y sus vínculos con las comunidades afro.
- Si bien en estos eventos están presentes muy diversas artes, manifestaciones culturales y prácticas ancestrales, todos coinciden en llevar un mensaje de resistencia a través de la música. Un mensaje que puede ser una propuesta para la reorganización de las relaciones económicas o las industrias del sector musical, o que puede ser un himno de las luchas sociales.
La música negra, la música afrocolombiana, la música de la africanía y su diáspora son inseparables del devenir social y político de los pueblos originarios de aquel continente. Por eso espacios como el Jamming Festivalestán ampliando el escenario de transmisión de significados étnicos y sociales desde la música. No hubiera sido posible tener ninguna de estas plataformas culturales sin los logros previos de luchas históricas tan importantes como como la Constitución de 1991, la Ley 70 de 1993, y más recientemente, el Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015 – 2024).
Los grandes exponentes
Festival de Música del Caribe. |
El reggae, el motor del Jamming Festival, es un ejemplo explícito de lo que acabo de decir.
Uno de sus exponentes, el cantante Cliff, se encargó de transmitir este mensaje a través del cine, y para creó la banda sonora de The Harder They Come. Otro artista del reggae, Peter Tosh, integrante del grupo The Wailerrs, es reconocido como un defensor indeclinable de los derechos humanos y de la legalización del cannabis.
Alpha Blondy es otra proyección del mensaje del reggae que en sus inicios fuera propagado por el legendario Bob Marley desde Jamaica. Con canciones como Jerusalem y Apartheid is Nazism, Blondy representa a esos sabedores que proclaman con sus sonidos, líricas e incluso con el tono de su voz la paz y la cultura del one love.
“El pueblo no se rinde Carajo, el pueblo se resiste”
Sucede con el reggae, y sucede con las músicas tradicionales y las propuestas de las nuevas generaciones afrocolombianas. Nos recuerdan la frase que se convirtió en lema de los paros cívicos y pacíficos del Chocó y Buenaventura “El pueblo no se rinde Carajo, el pueblo se resiste”. Ahora, si incluimos el sonido de los bundes de San Pacho en Quibdó y la fortaleza de Dinko Matute, el vocalista de la Chirimía de Rancho Aparte -quien fervientemente iba entonando todo el estribillo que crearon para dicho momento-, eso es resistencia musical.
El colectivo Tura Hip Hop sacó la canción “Buenaventura no se rinde” (con hombres y mujeres raperos), canción que logró convertirse en viral en menos de dos días. Mientras Nidia Góngora, Hugo Candelario y otros tantos artistas dejaron muy claro que los músicos no se desligan de la realidad de sus lugares de origen, y más aún, que los argumentos de un afro se cuentan más fuertes y con más eco cuando se cantan.
La dignidad de los pueblos negros
La música pone en evidencia el clamor digno de la negritud. En San Andrés el grupo legendario Creole tiene como ícono el tema musical “Hold on”, una alegoría de la resistencia raizal por la isla, su naturaleza, sus tradiciones, su oralidad, su lengua nativa, su vida y su permanencia sobre ese territorio.
En el Pacífico Sur colombiano, en todos los pueblos del Río Timbiquí, donde los guasás de las cantadoras de alabaos y las músicas de marimba retumbaron aún en tiempos de guerra. Sonaron sus voces, sonaron los cununos y el piano de la selva: no se callaron. Una cantadora de Tumaco contó que “mientras dictaba clases a los niños para que aprendieran a interpretar instrumentos, sonaban las bombas, pero yo les decía que tocaran más duro el bombo, para aminorar el trauma”.
La dignificación de los pueblos negros también se da por medio de la música. Una dignificación que comienza con canciones de protesta social con ritmos de bullerengue, de champeta, de currulao, de chirimía, de marimba, de ska, de calipso, de mento, y muchos otros.
Dicha dignificación se encuentra en la formación de público para espacios culturales como el Jamming Festival, que cada año le apuesta a que las músicas negras locales tengan no solo el aporte cultural tradicional sino el justo reconocimiento económico –dado que cada año presenta al público artistas únicos e inmejorables-.
La dignificación de la afro-descendencia por medio de su música incluye también la consolidación de industrias y mercados; es decir que a este berejú se suman poco a poco las empresas privadas, las entidades públicas, y por supuesto, los medios de comunicación
La música afro y los medios de comunicación.
En este punto cabe resaltar que durante los últimos diez años los medios de comunicación – particularmente los públicos-, han hecho “Sankofa”: han mirado hacia sus raíces, observan lo que sucede en las regiones, y lo que sucede en los lugares que yo llamo de “tierra y a pie”.
Los canales regionales como Telecaribe, Telepacífico y TV Islas se han convertido en las principales cadenas a la hora de transmitir los festivales y fiestas de música tradicional afrodescendiente.
Las emisoras públicas, esos entes que mantienen un diálogo entrañable y a menudo mágico con sus regiones respectivas, también hacen lo propio. La Radio Nacional de Colombia, las emisoras de interés público y la Red de Radios Universitarias de Colombia, se han encargado de llevar los sonidos y sentires de nuestras músicas afros con transmisiones, cubrimientos, programas especializados y hasta “top’s” de música nacional –los cuales hacen parte de este engranaje que ha permitido insertar los sonidos afros en la vida cotidiana de los colombianos-.
Sonaban las bombas, pero yo les decía que tocaran más duro el bombo, para aminorar el trauma
Todos estos dispositivos logran impacto y proyección en circuitos de música internacional como el WOMEX y el WOMAD, entre otros, por donde han pasado artistas como Profetas, Chocquibtown, Sistema Solar, Bazurto All Stars, Herencia de Timbiquí, y Canalón que se encuentra actualmente en el Glastonbury.
La proyección se da tanto en las relaciones económicas como en los escenarios de reconocimiento y reivindicación histórica, concretamente en la patrimonialización de algunas manifestaciones y prácticas culturales afrocolombianas, que en su mayoría –por no decir en su totalidad- están ligadas con la práctica musical. La Nación y la UNESCO contribuyen a salvaguardar y dar visibilidad a todas estas prácticas patrimoniales.
La música afrocolombiana como patrimonio
Las Fiestas de San Pacho en Quibdó fueron declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2012. La chirimía y sus letras demuestran su talante, y cada año reclaman la falta de agua potable, la mala calidad de la energía eléctrica, la falta de infraestructura vial y el pésimo servicio en salud.
Los Cantos y Músicas de Marimba del Pacífico sur, que hablan sobre cómo es vivir en esa zona biogeográfica, son Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.
Palenque, el primer pueblo libre de América, es Patrimonio Oral y Cultural de la Humanidad, sus cantos de bullerengue -que cuentan sobre el dolor negro-, y su lengua palenquera resguardan los caminos de libertad.
Queda mucho camino por recorrer para que logremos desmitificar los paradigmas que llevan a la discriminación. En el panorama musical salen a relucir imaginarios racistas como “el negro o lo negro no vende”, es decir que para el criterio de algunos no es rentable ponerlos a circular.
Queda también un camino amplio para convencer a las sociedades de que el artista musical negro, afro, raizal y palenquero es una voz digna y legitima para expresar la sonoridad identitaria y étnica, una voz de las reivindicaciones históricas. Estas personas deben ser reconocidas como complejas e íntegras, y no únicamente como creativas; deben ser reconocidas su herencia histórica, su actuación política y su movilidad social.
*Periodista y comunicadora étnica, presentadora del programa “Leer es Volar”, ganadora de varios reconocimientos en comunicación étnica y periodismo.
Fuente: Razón Pública