En los últimos años, la tenacidad de las mujeres afrodescendientes ha tomado su lugar no solo en la cotidianidad de sus espacios, sino que se visibilizan cada vez más en ámbitos en los que las comunidades se han abierto su propio camino, como es el de la moda. Se incluyen, ahora, elementos como los turbantes, las bandanas, las trenzas y los afros, reivindicando la belleza que había sido excluida por el modelo eurocentrista. Estos elementos se convierten en poderosos complemento del tipo de belleza que se ha enfrentado como la antítesis de la feminidad blanca.
El turbante ha sufrido varias transformaciones a través de la historia. Como descendiente de las telas que adornaban las cabezas de las mujeres en el antiguo Egipto y el África subsahariana, ha llegado a representar el linaje cultural e histórico que los negros del continente americano han mantenido con el continente africano.
La socióloga Karen Mercado, creadora de la iniciativa Baobab turbantes en el Caribe colombiano, indica que el uso del turbante adquiere una importancia histórica innegable, gracias a la contundencia de su representación en las comunidades y sus lógicas de interacción.
Explica que “en la génesis de la cultura africana el uso del turbante sostiene un protagonismo integrador de muchos aspectos del ser individual y su configuración como ser social. Desde la tradición africana el turbante está asociado a la protección y cuidado de la espiritualidad, en general, la sabiduría popular-ancestral africana, cree que la cabeza representa la parte superior de una mujer y que por esto es la puerta de entrada principal a todos los espíritus maléficos o malvados que se manifiestan en la vida de los seres humanos, debido a esto, la cabeza se cubre para guardar este valor individual, como carácter social. Además, el turbante como prenda que se porta tiene una capacidad absoluta de contar historias y transmitir mensajes, para algunos grupos étnicos de África occidental, el uso del turbante podía emitir distintos mensajes que se entendían a gracias a los códigos que estaban cifrados en los lazos que las mujeres hacían; podían en este sentido informar sobre estado civil de la mujer, luto o simplemente jerarquía y comunidad étnica a la cual pertenecían, eso para rescatar que este atributo de canal de comunicación o contador de historias, -como amorosamente le he llamado-, logró sobrevivir incluso a procesos tan castrantes y dolorosos como la esclavización, siendo guardián de tradiciones, de peinados, caminos, mensajes, rutas, semillas y principalmente libertad”.
No obstante, algunos investigadores concluyen que inicialmente, el turbante no pretendía ser una expresión de resistencia o belleza negra. Como un insulto ofensivo nacido en el racismo y la supremacía blanca, fue apropiado por el pueblo negro cuya humanidad trataron de socavar. En su artículo El Turbante de la mujer afroamericana: desenredando los símbolos, la historiadora Helen Bradley Gabriel explica que tanto el simbolismo como las funciones del turbante “adquirieron un significado paradójico” que podría haberse creado sólo en “el crisol de la esclavitud y sus secuelas”. Al indagar en los testimonios de los esclavos durante ese período, la historiadora concluye que, “mientras que el turbante adoptó diferentes significados y propósitos a lo largo del tiempo, fueron en última instancia los descendientes de los esclavos quienes determinaron su significado y uso para las futuras generaciones”.
Sin embargo, es necesario reconocer “la asociación estética como factor fundamental para entender la reconfiguración de las nuevas identidades que parten del reconocimiento de la raíz africana y sus distintas formas de verse, la afrodescendencia entonces también se reconstruye a partir del uso del turbante gracias a las nuevas perspectivas emancipatorias que parten de las conquistas de los movimientos sociales contemporáneos”, indica la socióloga Karen Mercado.
Esta indumentaria que se ha vuelto a incluir en el uso cotidiano de las comunidades afroamericanas, e incluso, en mujeres mestizas, reivindica la identidad cultural de los colectivos de mujeres que desconocían o negaban sus raíces.
En el desarrollo de su utilización la socióloga destaca que, durante el periodo esclavista el uso del turbante, -que fue más un pañuelo de tela burda blanca-, “estuvo asociado a los trabajos forzados en los campos, a la recolección de algodón en altas temperaturas y sol inclemente, también estuvo asociado a las mujeres cuidadoras de los hombres blancos, de sus familias y sus hijos, y además se usó para reprimir la voluptuosidad de la belleza de los cabellos de las mujeres negras, ya que las mujeres blancas se mostraban bastante preocupadas frente a la estética del cabello de estas otras mujeres que eran sus esclavas, pues pensaban que eran demasiado llamativas y que incitaban a sus maridos a pecar despertando lujurias, así pues, que durante este episodio de la historia, la ancestralidad del turbante fue fracturada, en este sentido, es importante destacar que son los movimientos sociales norteamericanos y la contundente participación femenina en ellos, como el black power, donde se acoge el uso del turbante como un accesorio que emitía un mensaje de resistencia y reivindicación, aquí es donde el turbante conquista otro atributo, y es su voz política, el turbante comienza a reforzar estos discursos por la defensa de lo propio y se desprende del doloroso lastre esclavista para resurgir en con este mensaje claro; resistencia”.
De esta manera, lo que, durante años, varias generaciones veníamos escuchando sobre la utilización de accesorios como los turbantes, las trenzas, los afros y su asociación denigrada a los trabajos arduos de nuestras antepasadas, se convierte en un símbolo de orgullo y en una poderosa expresión de la identidad como comunidad orgullosa de sus raíces.
Como consecuencia, surge un encuentro intergeneracional, en el que jóvenes y mayores reinterpretan y refuerzan los valores identitarios y se otorgue mayor sentido a las tradiciones conocidas. Este encuentro se da “a través de las interacciones de tipo sociocultural y el reconocimiento de la estética propia. Ahora bien, en mi experiencia personal como estudiosa del tema y también creadora en Baobab turbantes, noto que hay ciertas fracturas en las nociones de lo que significa adoptar el uso del turbante como experiencia vivida y no como simple manifestación temporal de lo que es moda, es aquí cuando me propuse –a través de mis creaciones pero también de mis post- generar espacios de interacción-educación, pues notaba que las mujeres mayores estaban un poco menos relacionadas con la historia del uso del turbante que se separa de la folclorización y la erotización de la prenda, mientras qué, las mujeres más jóvenes podrían ser un poco más receptivas desde el desconocimiento o la sorpresa, digamos que, también es necesario aclarar que para este caso hablo de mujeres blancas, mestizas o afro mestizas”, concluye Karen Mercado.
Es importante destacar que en medio de todo este advenimiento de la apropiación de las expresiones y tradiciones afros, por parte de las culturas universales, es necesario recordar la raíz de este accesorio, que los años de discriminación y señalamiento sobre las mujeres que en diversos contextos lo usasen, no quede en el olvido, pues esta fortaleza permanece intrínseca en el valor mismo de los turbantes.
A las mujeres afro no les molesta la comercialización de estos, pero muchas sí se oponen a la explotación económica que grandes emporios están haciendo de este accesorio, que ellos mismos rechazaban. “Para generar una relación de horizontalidad en el intercambio, es decir, que éste sea justo, equilibrado y respetuoso, debe reconocerse lo enquistado del vicio colonial en gran parte de las estructuras sociales, lo cual hace que las relaciones, en muchos momentos se den bajo esas lógicas, después de reconocer y asumir de manera consiente que no puedo apropiarme de lo que no me pertenece, (afirmación simple y aparentemente lógica) desde la mentalidad colonial, esto resulta difícil de asimilar, por eso es que, cada vez que se genera una relación de intercambio cultural que no reconozca de donde proviene dicha obra, inspiración, practica o representación está incurriendo en apropiación cultural, aún más si este ‘préstamo’ le genera un lucro de tipo económico. La apropiación sucede cuando de manera consiente se reproducen lógicas coloniales sobre un grupo históricamente oprimido sin otorgarles visibilidad y reconocimiento”, finaliza la socióloga.
Por: Adriana Díaz
Fuente: Radionica