Esta es la historia de la Red de mujeres Matamba y Guasá

Esta es la historia de la Red de mujeres Matamba y Guasá

La red de mujeres Matamba y Guasá establecieron una unión desde el 4 de abril de 1997 por la necesidad de crear una colectividad que abogara por los derechos de las mujeres, pues, se sentían vulneradas y necesitaban tomar la vocería y el liderazgo de su comunidad. Debido a esto tuvieron que enfrentar el rechazo de otros grupos y personas que se oponían a que la mujer tuviera esa capacidad de decidir, incluso desde el mismo hogar con sus maridos, encontraron poco apoyo y una violencia injustificada que las animó mucho más a seguir. Crearon el primer concejo comunitario Renacer Negro, el cual vela por el bienestar de la comunidad y exige cambios sistemáticos como el mejoramiento del agua y la reivindicación de los derechos para toda la comunidad ante la presencia de foráneos y el estado.

En Timbiquí las mujeres han jugado un papel vital para mantener el tejido social y preservar las tradiciones culturales. Lo hacen en medio del amargo ‘coctel’ del abandono estatal, el conflicto armado, las economías ilegales y el machismo.

No podemos ser tan irresponsables para acabar con todo lo que tenemos y no dejarle nada a la gente que viene. Tenemos que pensar en eso y es un papel importante y preponderante de las mujeres, porque nosotras somos las que tenemos que ver con la recreación de la vida”, afirma con la valentía que la distingue una de las líderes del municipio de Timbiquí, en el departamento de Cauca.

Esa es la filosofía que impulsa las labores de un grupo de mujeres que trabaja incansablemente, en medio de las vulneraciones causadas por el abandono estatal, el conflicto armado y las economías ilegales, con el ánimo de impedir que se pierdan sus tradiciones culturales y que se resquebrajen más lazos de la comunidad. Todas ellas hacen parte de la Red de Organizaciones Femeninas del Pacífico Caucano Matamba y Guasá. Adoptando los nombres de instrumentos musicales del Pacífico, 22 organizaciones comunitarias, que suman alrededor 500 integrantes, se unieron desde 1993 para trabajar conjuntamente y hacerle frente a las adversidades.

En un principio, cuando el conflicto armado y las economías ilegales se encontraban por fuera de sus territorios, los objetivos de esta red eran trabajar por las reivindicaciones de las mujeres y lograr la seguridad alimentaria de sus familias. “Nos unimos para garantizar nuestra alimentación y que fuera sana; para defender nuestros derechos. En nuestra trayectoria sabemos que la mujer ha sido muy marginada y nuestro interés era unirnos para salir adelante en las cosas que queremos hacer”, explica Tomasa Benté, presidenta de la organización Regocijo de Amor, que está compuesta por 15 mujeres, varias de ellas víctimas de desplazamiento forzado.

En ese sentido, uno de los puntos fuertes de la red fue el trabajo con los cultivos de pancoger. Organizaciones como Mujeres en Pie, Las Playadoras, El Cebollal, Las Albahacas y Acencupa, se enfocaron en el cultivo de verduras y hortalizas para garantizar que no faltaran los alimentos y hacer trueques.

“Estamos trabajándole a las azoteas, sembrar para no dejar caer la tradición, porque eso era lo que hacían nuestros ancestros, ellos cultivaban y no compraban nada. Todo era de nuestro medio y no queremos que se acabe esa tradición. Cultivar sin nada de químicos”, señala María*, una de las líderes de la comunidad, quien ha padecido la guerra en su mayor intensidad.

El rol de la mujer en medio del conflicto

A partir de 2005, con la llegada de los cultivos de hoja de coca para uso ilícito y, posteriormente, con la irrupción de la minería ilegal, la red tomó una nueva función: preservar sus tradiciones culturales a pesar de los desplazamientos forzados y de los cambios en su vida cotidiana causados por los foráneos que se empezaron a asentar en la región. “Por la minería y la coca la gente dejó de lado sus prácticas ancestrales y está dedicada a la búsqueda de la plata fácil. Ahora mantienen pendientes de cuándo es que llegarán las ‘retros’ (retroexcavadoras) y descuidamos las prácticas tradicionales”, plantea la profesora Carmen*, quien agrega que las mujeres están rescatando sus tradiciones porque a los hombres les interesa muy poco: “agricultores quedan pocos, se ven uno o dos, los demás están en la minería, están pendientes de barequear y lo ancestral ha pasado a otro plano”.

Mujeres y ríos Timbiquí

Las mujeres y los ríos son los encargados de velar por la vida de las comunidades afro.

Foto: Andrés García.

Una de las situaciones que más lamentan en la red de mujeres es la de la resistencia de los jóvenes a vivir las tradiciones de las comunidades. “Los cuentos, los chistes y otras dinámicas de atrás se perdieron porque los jóvenes mantienen metidos en el celular”, cuenta Benté. “En el pasado, en las noches de luna, se prendían fogatas y alrededor de ella se contaban chistes y se hacían rondas, se mantenía la tradición oral de nuestros ancestros; se tomaba agua aromática con todas las plantas del medio. Esas tradiciones se han perdido porque ha entrado mucho foráneo y los jóvenes aprenden de ellos”.

La preservación del saber ancestral

El reto que se han propuesto ‘Las Matamberas’ es evitar que los jóvenes olviden esas prácticas ancestrales, por ello, asegura, Benté, “las mujeres empezamos a trabajar en ese campo. Es que los viejos no estamos prestos para dejar que eso no suceda”.

Para garantizar ingresos económicos, estas mujeres acudieron a la siembra de plantas medicinales y aromáticas que son comercializadas en el casco urbano de Timbiquí. Además, cada cierto tiempo se reúnen para cocinar platos tradicionales y realizar artesanías, que son vendidos en el parque central de la cabecera municipal. También realizan presentaciones folclóricas y para que no se pierda la tradición tocan y bailan buga y bambuco, entre otros ritmos que esconde el Pacífico.

El trabajo comunitario de ‘Las Matamberas’ es de alto riesgo si se considera la vulnerabilidad de la región dada la presencia de grupos armados ilegales, la ausencia del Estado y las afectaciones que causa vivir bajo la dinámica de economías ilegales.

Marginación y resistencia

A mí me llenó de mucha indignación ver a la gente marchar por las calles del pueblo hasta la Alcaldía protestando y defendiendo a la minería con retroexcadoras. Entiendo que con eso se está haciendo un gran daño al territorio, pero esa es la única fuente de ingresos que tienen muchas familias en estos momentos. El Estado nos ha dado la espalda y cuando viene es con una represión enorme”, cuenta Estela*, una líder comunitaria.

La mujer hace referencia a la movilización pacífica que ocurrió en el casco urbano de Timbiquí, tras los operativos que realizaron la Fuerza Pública y la Fiscalía el pasado 15 de agosto en la zona alta del río con cuyo nombre fue bautizado el municipio. En esa ocasión fueron destruidas 26 retroexcavadoras y capturadas dos personas. Según reportes de las autoridades y de varios medios de comunicación, en esos hechos se asestó un fuerte golpe a las finanzas de la guerrilla del Eln, que se lucraba de la explotación “criminal” del oro de la región.

Comunidades en el río

Las comunidades ubicadas sobre los ríos son las más afectadas por el abandono estatal.

Foto: Andrés García

Sin embargo, otra es la versión de las comunidades de diferentes veredas asentadas a las orillas del río Timbiquí, quienes insisten en que las máquinas quemadas eran de nativos que han dejado de lado la minería artesanal para recurrir a esa práctica que es más efectiva. “Quemaron las máquinas de los nativos y no las de los foráneos. Esa es la contienda que hay, la gente está buscando que saquen a los foráneos y se queden los nativos”, cuenta un poblador de la región que fue testigo, afirma, del “desmedido accionar del Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía) que lanzó gases y agredió a la comunidad sin previo aviso y en presencia de los niños”.

Además, reiteran que en la región sólo hace presencia la guerrilla de las Farc: “Acá no hay Eln. Se equivocan porque aquí sólo hay un grupo armado y por eso no hay enfrentamientos. Eso del Eln es falso, lo hacen para aumentarle al noticiero o para ocultar los atropellos que le hicieron a la comunidad”, expresa otro lugareño.

Más allá de las versiones encontradas, el operativo realizado en agosto pone de presente la triste realidad de algunas comunidades afro de Timbiquí. Ante el abandono estatal, la llegada de la minería con maquinaria pesada por parte de “foráneos” y el control de las Farc, muchas personas han dejado de lado la minería artesanal y la protección de sus territorios para satisfacer sus necesidades básicas por medio de la minería pesada.

Fuente: Verdad Abierta

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