Por: Juan Camilo Cárdenas para Portafolio
No hay colombiano que ignore el rezago en términos de pobreza extrema en esta región, mientras celebra su diversidad biológica y cultural.
Desde que hay memoria se han construido programas de desarrollo para sacar al litoral Pacífico de la pobreza. Desde los británicos en el siglo XIX hasta los chinos en el gobierno actual, se han propuesto canales interoceánicos para conectar los dos océanos para ayudar a la región a generar desarrollo. Sin embargo, no hay colombiano que ignore el rezago en términos de pobreza extrema en esta región, mientras celebra su diversidad biológica y cultural, representada en una multitud de expresiones culturales de confluencia de vida indígena y de comunidades negras por su rica historia.
Los hechos, mientras tanto, no pueden ser más contundentes. Con la colaboración de Diana León y el resto de estudiantes del Semillero del Pacífico, de la Universidad de los Andes, venimos trabajando en las estadísticas de desarrollo de los 62 municipios del litoral Pacífico con el ánimo de aportar a entender por qué esta región sigue atrapada por la pobreza, y ahora, con más ahínco, por la violencia.
A falta de espacio, déjenme resumir en una sola gráfica (adjunta). Aquí pueden ver la evolución del índice de necesidades básicas insatisfechas entre el año 1993 y el 2011 para ocho ciudades importantes del occidente de este país. Podemos comparar las cuatro ciudades más importantes del litoral Pacífico (Buenaventura, Tumaco, Guapi y Quibdó) con sus capitales más cercanas.
Por una parte, noten la brecha tan grande entre esa ciudad del litoral y su respectiva urbe del ‘interior’, y segundo las tendencias en el tiempo, especialmente en el caso de Guapi y de Quibdó. Sí, Colombia ha visto mejorías sustanciales en reducción de pobreza, pero en la media. Ese ‘desarrollo’ no irriga de manera igual al centro y a la periferia, ni siquiera al interior de muchos departamentos. No estoy hablando de las brechas de lo urbano y lo rural ni siquiera, estoy llamando la atención sobre qué quiere decir reducir pobreza en barrios de Popayán y en barrios de Guapi. Cuando se hacen estos análisis de progreso a nivel departamental, los cuatro departamentos de la región muestran avances, excepto claro, el Chocó cuyo territorio se encuentra en su totalidad al occidente de la cordillera. Esto podría reforzar el argumento mismo de que los avances de la reducción de la pobreza tienen efectos diferenciales para quienes están en el centro y para los que se encuentran en la periferia, incluso si se está en centros urbanos.
Una parte importante de estas brechas y rezagos tienen que ver precisamente con los diálogos tan desiguales entre la visión de ‘desarrollo’ de quienes viven en ese centro y de los que habitan esa periferia del Pacífico colombiano.
Un modelo de desarrollo sostenible del Pacífico que pretenda generar bienestar incluyente en la región tiene que enfrentar varios retos. Primero, no puede ser un modelo de desarrollo pensado desde el centro hacia la periferia. El centro, representado en esas visiones de Bogotá, Pasto, Medellín, Popayán o Cali, tiene que comprender las lógicas de la periferia y, por ello, debemos retomar el debate de regiones, de un país más federalizado, que construya bienestar desde las diferencias. Ese modelo que se construya debe dejar de pensar al Pacífico solo como una fuente de materias primas –tagua, oro, guandal–, solo para dar unos ejemplos históricos, y dejar de pensar la región como un estorbo al ‘desarrollo’ por culpa de su diversidad biológica o cultural que con las consultas previas y los territorios colectivos indígenas y negros se oponen al ‘progreso’.
Sabemos que los consejos comunitarios en el Pacífico han incentivado el ingreso per cápita, mejorado la asistencia escolar y aumentado la inversión de los hogares en sus viviendas. También tenemos evidencia que sugiere que en varias de las sub-regiones del Pacífico, las titulaciones colectivas han frenado la deforestación en los últimos 20 años.
Para responder a estos retos, el Pacífico tiene que formar capital humano que permita mejorar estas conversaciones. Por ello quiero cerrar con un indicador desolador. En un análisis que venimos haciendo de la educación superior del litoral, estimamos la tasa de entrada de los jóvenes bachilleres de los 62 municipios del litoral a una institución de educación superior (IES) al año siguiente. En promedio, de cada 1.000 estudiantes que se graduaron y presentaron la prueba Saber 11 en los años 2014 y 2015, solamente siete lograron acceder a una IES en el primer semestre del 2015 y 2016 respectivamente, y de esos, solo cuatro lo hicieron a una universidad acreditada.
El cumplimiento de los acuerdos en la mesa de los paros de Buenaventura y Quibdó deben ser oportunidades para este ejercicio de conversación entre lógicas diferentes en las que quepan otras formas de pensar el desarrollo económico, desde otros sistemas de propiedad del suelo, o desde potenciales del capital natural diferentes en que el turismo basado en la conservación tenga oportunidades de atraer turistas y genere empleo local, o la pesca artesanal se pueda articular a las cadenas de valor hacia el centro del país.
El Pacífico requiere una conversación más plural de lo que significa desarrollo.
Juan Camilo Cárdenas
Decano de Economía, Universidad de los Andes.