Parece mentira, pero Colombia es un país tremendamente racista

Parece mentira, pero Colombia es un país tremendamente racista

Escalofriante y vergonzoso: contaba María Elvira Arango el pasado domingo en Los informantes que en los primeros cinco meses del año al menos 17 personas fueron asesinadas en Bogotá por su color de piel.

Los han matado por ser afrodescendientes. Por su piel oscura. Por negros.

Parece mentira, pero Colombia es un país tremendamente racista. Basta con ver cómo tratan los blancos de Cartagena a los negros de su propia ciudad. Basta con ir al estadio y oír en cualquier tribuna cómo insultan a los jugadores negros del equipo contrario. Basta con oír las declaraciones de los políticos que consideran que destinar recursos a las poblaciones en donde predomina la raza negra es botar la plata.

Basta con oír a tantos familiares y a tantos amigos que aseguran no ser racistas, pero siguen haciendo chistes de mal gusto en los que se burlan de los negros, en los que reviven la crueldad del racismo, en los que los subvaloran y los comparan con los animales. ¡Eso es racismo! Y si uno les llama la atención, se defienden diciendo que solo es un chiste. Pero esos chistes –como los chistes contra las personas de ciertas nacionalidades o determinadas religiones– promueven la intolerancia y la discriminación.

No saben el daño tan grande que hacen con esos chistes. No saben, por ejemplo, lo que puede despertar y activar entre los niños. Entre los hijos de quienes los hacen, que se forman una idea equivocada del mundo y tienden a perpetuar el nefasto modelo, y entre los niños de raza negra, que pueden crecer con complejos y con temores.

Se burlan de los negros y los maltratan con sus palabras y con sus actitudes, pero celebran sus goles con los equipos de los cuales son hinchas. Hacen chistes de mal gusto contra los negros, pero eligen sus canciones a la hora de salir a bailar. Los aplauden cuando ganan una medalla para Colombia, pero son incapaces de sentarse a su lado en un bus.
Son inconsistentes y crueles. Pero, sobre todo, son ignorantes.

Decía Miguel de Unamuno que el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando. Quienes siguen alimentando el racismo tal vez no se han dado cuenta de que el mundo es más ancho de lo que imaginan, y que precisamente uno de sus mayores encantos es la diversidad de razas que lo pueblan. Aunque no todas sean tan talentosas, tan hermosas y tan alegres como la raza negra.

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Fernando Quiroz
@quirozfquiroz