Los cantos de Elena Hinestroza que alivian los dolores de la guerra

Los cantos de Elena Hinestroza que alivian los dolores de la guerra

Por: Cali
02 de febrero 2019 , 12:26 p.m.

Es muy triste vivir lo he que vivido, es muy triste llorar lo que he llorado, es muy triste sentir lo que he sentido, pero más triste es dejar lo que dejado. Atracó el barco en la bahía de Buenaventura, cogí mi maletica bajo el brazo y empecé a caminar sin rumbo fijo, sentía el corazón hecho pedazos…

Estas letras son de Elena Hinestroza, que cuando las canta se le escuchan como un lamento eterno que ponen la piel de gallina. Hacen parte de Por qué me voy, la canción que escribió cuando tuvo que salir desplazada de Timbiquí por el conflicto armado colombiano.

En esa pequeña población caucana, famosa por su herencia cultural y por sus ríos que arrastran oro, hacia parte de la Asociación Defensora del Medio Ambiente y Promotora de la Cultura del Pacífico, junto a otras 60 mujeres. Eran contratistas del municipio, limpiaban las riberas del río, los parques, las calles del pueblo, las escuelas y los centros de salud.

Como late el reloj acelerando el tiempo, latió mi corazón una mañana cuando me tocó abandonar mi tierra, la que nunca pensé que abandonaba. Yo miraba las nubes pasajeras, escuchaba las aves en la montaña, pero el temor, el miedo me vencía, sentí que ya mi vida fracasaba. Emprendí un largo viaje sin saber a dónde ir y dónde estaba, el vaivén de las olas me dormía, la angustia y el dolor me despertaban…

Su voz traspasa la azotea de su vivienda y se deja oír por las calles de Los Lagos, uno de los barrios del Distrito de Aguablanca, ese populoso sector ubicado al oriente de Cali buscado por los migrantes de la Costa Pacífica colombiana y que la mayoría de los caleños solo conoce por las cifras de los homicidios que a diario se reportan en ese sector.

Esta mujer afro, corpulenta y que supera los 1,75 de estatura, tiene nueve hijos, siete son mujeres, el mayor tiene 35 años y el menor 17; cuando llegó a Cali, desplazada desde la Costa Pacífica caucana, la menor de sus hijas tenía 5 años. Recuerda que estaba en el cuarto mes de embarazo, pero por el viaje, más el susto que traía, abortó.

En Timbiquí, a tres horas en lancha de Buenaventura, el principal puerto colombiano sobre el Pacífico, el transporte es fluvial. Ahí, Elena Hinestroza era la encargada de cuidar la lancha con motor que estaba a cargo de la Asociación Defensora del Medio Ambiente, de la que ella hacía parte, hasta que un día, actores armados ilegales llegaron y le pidieron que le entregaran el motor, a lo que ella se opuso.

En medio de la selva uno de estos motores son muy preciados para acondicionar naves con las que se trafica droga.

Les dije que no sabía de quién era y por ahí empezó toda la cizaña“ Les dije que no sabía de quién era y por ahí empezó toda la cizaña”, recuerda la compositora y cantaora del Pacífico.

Ella nació en la vereda Cheté que queda sobre el río Timbiquí, tenía cinco tías, pero solo una de ellas conocía Cali y desde pequeña siempre la escuchó hablar de lo bueno que era Cali para las ‘colocaciones’ (puestos de trabajo, por lo general en los servicios domésticos).

Así que, después de un enfrentamiento armado protagonizado en el 2007 por actores al margen de la ley, decidió que Cali, la ciudad de las casas bonitas y de las oportunidades, sería su destino.

víctimas mujeres

Sus atardeceres nunca serían iguales; la brisa que llegaba del mar y el sonido de las olas son solo recuerdos.

Foto: Juan Pablo Rueda Bustamante / EL TIEMPO

“Llegue a una invasión, era una cultura tan distinta a la mía. Yo no siquiera sabía a qué olía el bazuco, y lo fumaban cerca de mi rancho; me robaron una vez, como en Timbiquí se puede caminar sin problema, yo andaba por las calles de Cali con mi platica dentro del bolso. ¿Cómo viven acá? -Me preguntaba- El agua había que recogerla de una manguerita y había que hacer fila. ¡Pero si en mi pueblo yo tengo mi río full de agua! ¿Cómo voy a hacer para vivir aquí?”.

Cuando me pasa algo o tengo alguna emoción fuerte, buena o mala, por ahí empiezo, a buscar cómo sanar mis heridas a través de la composición, eso es lo que me ayuda”.

Dice que tiene como unas 50 canciones, 12 de ellas ya grabadas, pero no todos son lamentos.

En su repertorio tiene fugas, ritmo del Pacífico mucho más alegre; currulaos, más apasionados; bambucos y bundes al ritmo de marimbas, cununos y guazá, esa música con sus cantos y bailes tradiciones del Litoral declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

El primer año fue duro, muy duro, vendía papa, chontaduro, mango, piña, jugos, lo que pudiera para poder alimentar a mis hijos, me había venido sola con ellos.

Salió de Timbiquí cuando tenía 41 años rumbo a Cali. “El primer año fue duro, muy duro, vendía papa, chontaduro, mango, piña, jugos, lo que pudiera para poder alimentar a mis hijos, me había venido sola con ellos”.

En Cali todo era diferente, recuerda que caminaba como si no pisara la tierra.
En ‘Florida Playa’, la invasión de casas de madera y cartón y calles polvorientas levantadas al lado de un caño maloliente y desde donde ven a Cali como una ciudad ajena y lejana, decidió buscar ayuda en la caseta de Acción Comunal. Preguntó cómo podía hacer para montar un grupo de música del Pacífico, les contó que en Timbiquí tenía un grupo musical que se llamaba ‘Estrellas del ze-ze’ y de lo duro que fue dejar a sus amigas cantadoras.

El primer contacto fue con el grupo ‘Socavón de Timbiquí’ que ya las había escuchado cantar en Timbiquí.

“Me pidieron algunas composiciones, para ellos grabarlas. Fui y, cuando faltaban como dos cuadras para llegar, escuché el ensayo. Cuando escuché esa música pasó algo especial en mí. Me dije – a mí me hace falta escuchar la marimba, eso es lo que me está haciendo falta- y entregué mis canciones y me regresé al rancho componiendo el primer poema con lamento a ritmo de currulao, fue cuando compuse Por qué me voy, lo escribí en Cali, ahí lamentaba y contaba la historia de cómo me había sentido cuando tuve que abandonar mi tierra”.

De tanto caminar sin rumbo fijo, sin saber a dónde ir y en dónde estaba, me paré a descansar en una esquina, recordando ese ambiente que extrañaba, hacia el frente miré una casa grande donde muchas personas se asomaban y ahí escuché un sonido, un sonido agradable que mi corazón llenaba, era la marimba, era la marimba y el bongo que escuchaba, el cununo, el guasá, y las voces cantoras borraron la tristeza de mi alma y dije así: Me liberé, me libereeee, me libereee, adiós pues, adiós comaye adiós, pues yo ya me voy…

Al principio me dolía mucho recordar, cuando la estaba escribiendo muchas veces me tocaba cambiar de hoja porque lloraba mucho.

Al principio me dolía mucho recordar, cuando la estaba escribiendo muchas veces me tocaba cambiar de hoja porque lloraba mucho, pero a medida que fui escribiendo, iba narrando. Mis hijas no sabían que estaba escribiendo, cuando terminé y me la aprendí y se los narré, lloraron, pero yo ya no lo hacía. La música es la que me mantiene unida a mi territorio, cuando canto, cuando compongo, me transporto allá”.

A partir de esa catarsis empezó a tocar y tocar puertas para conformar su grupo musical y hace nueve años lo logró.

“Como no encontraba personas solo de Timbiquí, sino de diferentes partes del Pacífico, la llamé ‘Integración Pacífica’ por no solo integrar a las personas, sino por cantar mensajes de paz y reconciliación, siempre, siempre. Veo muchos campesinos transitando por la ciudad, paz para Colombia, Colombia quiere la paz”.

La agrupación cuenta con seis músicos y cinco cantadoras, muchos llegaron cuando tenían apenas 16 años; su hijo menor aprendió a tocar ahí la marimba y sus hijas cantan. En mayo pasado, en medio de un concierto por el Día de la Madre, uno de sus músicos murió, a Fabricio Silva Guerrero, un nariñense, le dio un infarto mientras tocaba, tenía 24 años.

Ay Fabricio para dónde te vas, esa vacío tan grande ahora quién no los va a llenar. Él llegaba los domingos siempre a las 2:00, dónde está mi bongo macho, saben que toco es el golpeador; siempre pedía una fuga, era para calentar, y cuando fundía ese bongo a todo nos daba por cantar. Ahora, Integración Pacifica lo recuerda con dolor y también con alegría, por el amor que nos dio. Dice la composición que escribe para su músico.

El problema con estas composiciones es que ellas no las imprime, se las aprende de memoria.

víctimas mujeres

El sufrimiento y la nostalgia las convirtió en fuerza e inspiración a la hora de cantar.

Foto: Juan Pablo Rueda Bustamante / EL TIEMPO

Me decían que está tranquilo, pero ahora me dicen que se están formando bandas de nuevo.

Siempre pregunto por Timbiquí, al principio, con el acuerdo de paz en Colombia, me decían que está tranquilo, pero ahora me dicen que se están formando bandas de nuevo”, dice Elena Hinestroza, quien nunca más volvió a pisar la cabecera municipal.

Pero hace cinco años se dio una vuelta por el río Timbiquí, lo encontró sucio y lleno de balastro por la explotación minera. Le dio mucha tristeza y ahí le compuso una poesía.

Yo fui a visitar mi río para de su agua beber, como no pude beberla, todavía tengo sed. Sed de rescatar el río, río que me vio nacer, y de cuidar mi cultura, que no se vaya a perder; el que olvida su cultura, pues niega donde nació, olvida quién es la madre y el taita que lo engendró. Quise nadar en los charcos, recordando mi niñez y, como no puede hacerlo, llore, por Dios que lloré…

Lloré porque mi tierra estaba en ruina, pero todo era diferente para quienes ahí vivían, decían esto está mejor, aquí nos cambió la vida, Había un solo que quemaba y me tostaba la piel, yo buscaba un arbolito para así escapar de él y le pregunté a mi tía: ¿Y el pomarrosa que había aquí, en esta pampa? Mi tía me respondió muy triste y acongojada, aquí acabaron con todo y yo no pude hacer nada. El corazón me dolió y sentí una gran nostalgia porque uno a su tierrita siempre, siempre la lleva en el alma.

CALI

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