En su origen etimológico la palabra «mulato» hace referencia a la «mula», que es el producto del cruce entre un caballo/yegua, y un burro/a.
Por lo qué, debido a la visión racializada de aquella época y la posición subordinada de las personas esclavizadas, en su mayoría negras, los españoles asimilaban el burro a la persona negra y la yegua o caballo a la blanca. Lo que contemplaba una forma de especificar, que el resultado de ese mestizaje, era mejor que ser un “burro”, pero no más que un “caballo”. Sino un intermedio, que lograba minimizar el color de la piel, lo que era un proceso de “evolución”.
Cabe mencionar, que en la época de la esclavitud, “los mulatos” en su mayoría fueron productos de abusos sexuales. Donde los esclavizadores o capataces violaban a las mujeres negras, y al dejarlas embarazas, nacían estos, que si bien lograban tener algunas preferencias por ser hijos o hijas del capataz o amo, no dejaban de ser hija/o de una esclava. En ocasiones podían ser doblemente discriminados. Por un lado los blancos siempre los veían como inferiores, y por el otro, los esclavos les veían como “preferidos” cuya condición no les permitían ser iguales.
Fue así, que los términos «mulato» o «mulata» implicaron hasta el día de hoy, ser una definición racializada cuya connotación designa a toda persona mestizada entre una ascendencia blanca europea y una ascendencia negra africana, haciendo (aún a partir de la relación de genes) una separación racial que hasta la fecha, sigue teniendo fuertes repercusiones en la vida de mujeres y hombres, que viven inmersos en una clasificación racial, dónde no son: ¡Ni lo suficientemente negras, para ser negras! Pero tampoco ¡Lo suficientemente blancas, para ser blancas!