Una afroperuana en las aguas del Caribe

Una afroperuana en las aguas del Caribe

Fuente: Granma

Demasiado breve, de momento, el paso de Eva Ayllón por Cuba: un breve recital en la sala teatro del Museo de Bellas Artes y un segmento en el festival Josone, de Varadero

Demasiado breve, de momento, el paso de Eva Ayllón por Cuba: un breve recital en la sala teatro del Museo de Bellas Artes y un segmento en el festival Josone, de Varadero. Daba para mucho más, pero se hizo lo que se pudo, dado el poco tiempo de ensayo para el empate entre la diva peruana y los músicos cubanos liderados por Jorge Reyes.

Al escucharla en Bellas Artes, se comprende por qué ella defiende con garra y alma su condición afroperuana. Aunque los descendientes de los esclavos arrancados de sus tierras y trasplantados al virreinato de Perú se mestizaron en diversas medidas con pobladores originarios y colonos –nacieron así los llamados zambos y mulatos–, la marginación espacial –concentración en las franjas norte y central de la costa del Pacífico– y, más que todo, la marginción social –pobreza, vulnerabilidad, acceso limitado al mercado laboral– consagraron una visión reduccionista y tópica de una comunidad sin la cual no puede concebirse la identidad de la nación andina.

De ahí que la toma de conciencia de la afroperuanidad, de sus valores auténticos, ha constituido una larga saga de resistencia y afirmación en la cual Eva Ayllón, desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, asume una actitud respetable, sustentada en sus proverbiales dotes interpretativas y en la manera en que ha sabido insertarse en la industria del espectáculo.

Destaca también en ella su talante inclusivo, puesto que la afroperuanidad en su caso no es ajena a los valores de la música criolla, representada en su repertorio por uno de los exponentes emblemáticos, Chabuca Granda.

De modo que no resultó fortuito que comenzara su entrega en Bellas Artes con una canción que, gracias a Bola de Nieve, forma parte de la memoria cultural cubana, La flor de la canela, en una sorprendente versión a base de contrabajo solo, concebida por el maestro Jorge Reyes, que cuando esté a punto –la cantante saltó una línea– merece ser registrada.

Mucho más interesante fue la apropiación de otro de los clásicos de la Granda por Eva, Cardo o ceniza, soberbia introspección lírica de la compositora acerca de los efectos del desamor en la trágica salida del mundo de la chilena Violeta Parra. Como Eva no puede renunciar a lo que es, la obra en su voz adquiere una dimensión trepidante en la que la rítmica afroperuana original –el landó– desemboca en el Caribe. Sería provechoso contrastar esta versión con otras dos, la de la propia Chabuca Granda y una muy intensa que le escuché a la española Martirio.

En ese mismo nuevo aire, apuntando al jazz cubano, se movió una de las páginas medulares en el repertorio de Eva, La noche de tu ausencia, vals del arequipeño Mario Cavagnaro. No podían faltar dos de los caballos de batalla de la peruana: Toro mata, cuyos orígenes se remontan a una tradición decimonónica; y Saca las manos, que de igual modo cobraron otro sesgo, arropadas por una alineación de primerísima línea: además de Jorge Reyes en el contrabajo, el pianista José Portillo, el baterista Oliver Valdés, el percusionista Yaroldi Abreu, el trompetista Tommy García, el saxofonista Emir Santa Cruz, el trombonista Eduardo Sandoval  y los coros de la peruana Yula Pumarada y el cubano Maiquel Ante.

La creatividad de Reyes se puso de manifiesto no solo en las orquestaciones, sino también en otros dos momentos del concierto: el diálogo entre contrabajo y percusión con Yaroldi Abreu y el intermedio a base de puro jazz cubano.

Después de esta muestra cabe esperar por la concreción discográfica del encuentro de Eva Ayllón con los músicos cubanos, o sea, del viaje de la afroperuanidad a las aguas del Caribe.

 

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